La danza es una disciplina eminentemente práctica, por lo que el proceso de aprendizaje va más allá de los conocimientos teóricos que podemos adquirir, como los nombres de los movimientos, la historia, los conceptos, la música, la anatomía y la biomecánica. Fundamentalmente, se basa en el desarrollo de habilidades corporales.
A lo largo de la historia, el sistema educativo occidental tradicional ha tendido a priorizar los conocimientos teóricos sobre los prácticos, transmitiendo la idea de que el verdadero aprendizaje se logra sentándose frente a un libro para leer, releer y memorizar. No obstante, el fascinante mundo de la danza nos presenta un hecho interesante: el aprendizaje se nutre de la experiencia práctica y una profunda conexión con la acción. De hecho, para comprender plenamente cualquier arte o disciplina hay dos cuestiones que son imperativas: 1) realizar una práctica que nos provoque inquietudes; 2) que las respuestas teóricas de esas inquietudes sean llevadas a la práctica.
Repetición: “¡Otra vez!”
“¡Otra vez!” se ha vuelto una de mis frases favoritas. Cada día la encuentro más divertida.
El aprendizaje y la repetición van de la mano. En ocasiones, el entusiasmo por aprender puede convertirse en ansiedad, lo que dificulta lograr un enfoque adecuado. El deseo de hacerlo bien a menudo lleva a las alumnas a intentar aprender y lograrlo todo al mismo tiempo, lo cual es prácticamente imposible y puede generar mucha frustración. Bailar, en general, y nuestra danza en particular con todos los desafíos de coordinación motora que implica, requiere tomar conciencia y controlar numerosos elementos simultáneamente. No obstante, esta habilidad se adquiere de manera gradual y progresiva.
Las habilidades y limitaciones actuales
Para avanzar debemos conocer y aceptar nuestras habilidades y limitaciones actuales. Es aquí donde la maestra juega un rol crucial guiando a las alumnas a desarrollar las habilidades necesarias antes de enfrentar nuevos desafíos. Una vez que identificamos nuestras habilidades actuales y sabemos dónde enfocarnos, debemos repetir una y otra vez hasta sentirnos realmente cómodas. Pero ¿qué significa estar cómoda? Que un ejercicio ya no nos demanda tanta atención. La atención que ya no necesitamos para ejecutar cierto movimiento se puede dirigir entonces hacia otro aspecto, y así, de manera gradual, podemos incorporar nuevas habilidades de acuerdo a nuestras posibilidades.
La repetición es una de las herramientas fundamentales para mejorar y pulir la danza. Investigaciones en neurociencia han demostrado que la repetición constante de movimientos y patrones en la danza promueve la formación de nuevas conexiones neuronales en el cerebro, lo que conduce a una mejora en la coordinación motora y en la ejecución de los movimientos (Bisio et al., 2014). Al enfrentarnos a nuevos desafíos en la danza, es esencial aceptar nuestras limitaciones y enfocarnos en el desarrollo progresivo de las habilidades necesarias para abordarlos.
Lo mismo ocurre con la observación.
Observación activa
La observación activa, por otro lado, se convierte en una habilidad valiosa para los bailarines y bailarinas. Investigaciones han mostrado que el estudio de la danza a través de la observación mejora la comprensión de la técnica y permite la adquisición de nuevos movimientos mediante la emulación de modelos a seguir (Bläsing, 2015). Al analizar el trabajo de otros bailarines y coreógrafos, los estudiantes pueden desentrañar los elementos clave que hacen que una interpretación sea significativa y emotiva, lo que les permite aplicar estos principios en su propia práctica.
Mirar y observar son acciones distintas. Cuando formamos parte del público, nos sumergimos en la magia y nos dejamos hipnotizar. Nos entregamos por completo a la historia que el/la artista nos presenta. Empatizamos con las emociones y nos dejamos llevar. Sin embargo, cuando comenzamos a estudiar algo cambia. Empezamos a hacernos preguntas: “¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué me provoca este movimiento, gesto, luz o color? ¿Qué quiero expresar con mi danza? ¿Cómo puedo lograrlo?”. Estas preguntas nos llevan a ver las cosas de manera diferente. El aprendizaje teórico, las explicaciones sobre la técnica y la práctica moldean también nuestra capacidad de observación. Aprendemos a valorar lo que se encuentra detrás de cada representación o movimiento, y eso enriquece nuestra propia práctica. Todo esto nos conduce al tercer punto: el análisis.
Análisis
Bailar es moverse por placer. Todas las personas podemos disfrutar del movimiento. A veces, bailar es una forma de disfrutar la música, socializar, escapar de la rutina o celebrar. Sin embargo, en ocasiones, se convierte en algo más profundo. No solo queremos soltarnos y movernos sin rumbo fijo, sino que deseamos lograr efectos, coordinación y habilidades específicas. Es entonces cuando empezamos a plantearnos desafíos que, poco a poco, vamos superando. Aquí es donde entra en juego el análisis.
El análisis es una etapa esencial en el aprendizaje de la danza. Investigaciones en pedagogía de la danza indican que la capacidad de análisis fomenta la autorreflexión, la identificación de debilidades y fortalezas, y el establecimiento de objetivos claros para mejorar la técnica y la expresividad (Nieminen & Tamm, 2018). Al analizar nuestro propio desempeño y evaluar críticamente nuestra danza, podemos identificar áreas de mejora y desarrollar estrategias para alcanzar nuestros objetivos artísticos.
Repetir, imitar, preguntar, comprender: analizar. En el proceso de aprendizaje es muy importante trazar un camino y, como suelo decirles a mis alumnas, “tomar las riendas”. Conocernos, establecer objetivos funcionales, buscar estrategias, adaptar nuestra práctica a otras actividades o sucesos que son parte de nuestra vida. Pero… para todo hay un momento y analizar no debe confundirse con sobre-analizar, porque al final ¡o al principio! Lo más importante es practicar. Y observar, y analizar.
Repetir, observar, analizar.
3 herramientas o instancias del aprendizaje que se complementan y van de la mano, ayudándonos a hacer más armónica y efectiva cada práctica, haciendo que disfrutemos cada desafío y que valoremos cada pequeño logro… porque a los grandes logros se llega así, acumulando los pequeños de a poquito.
En resumen, el aprendizaje en la danza abarca distintas etapas, desde la repetición y práctica constante hasta la observación activa y el análisis reflexivo. Complementar conocimientos teóricos y experiencia práctica aplicando estos principios en el movimiento corporal es fundamental para el desarrollo integral de una bailarina o bailarín.
Fuentes:
- Bisio, A., Stucchi, N., Jacono, M., Fadiga, L., & Pozzo, T. (2014). Investigating the neurofunctional basis of musicality in dancers with cortical thickness analysis. Frontiers in Human Neuroscience, 8, 901.
- Bläsing, B. (2015). The Role of Dance in Human Communication: Introducción al volumen especial. Frontiers in Human Neuroscience, 9, 462.
- Nieminen, P., & Tamm, M. (2018). Embodied pedagogy in dance education: The use of reflective practice as a method for enhancing teaching and learning. Research in Dance Education, 19(1), 70-85.